domingo, 13 de marzo de 2011

El viento y sus recuerdos.

La noche caía oscura y traquila bajo aquellas bulliciosas calles. La gente andaba rápido sin fijarse en las maravillas que le rodeaban. Solo pensaban en cosas sin importancias, en todas aquellas cosas que tenían que hacer antes de irse a dormir.
Pero había alguien que destacaba entre todo aquel gentio. Un muchacho tumbado delante de una ventana, con una botella de vodhka en la mano y un cigarrillo medio consumido en la otra. Él miraba al vacío, intentando dislumbrar la luna entre todas aquellas luces artificiales. No quería pensar, en verdad, no debía. Su única preocupación era entrar en el mundo de los sueños, para abandonar todos esos horribles pensamientos que no le dejaban vivir.
Poco a poco se incorporó, y ando hasta llegar a la ventana; donde dejo caer sus brazos, tranquilamente, en la barrandilla. Miró la botella que tenía en la mano, y con fuerza la lanzó dentro de la habitación chocando estrepitosamente contra un espejo. Las lágrimas brotaban de sus ojos y se resbalaban por sus mejillas, con la misma velocidad que el líquido blanco de la botella caía por las paredes.
Se dejo caer, hasta que su espalda toco los frio barrotes de hierro. Mientras la suave brisa otoñal mecía suavemente sus cabellos, dejando que bailasen libres; como si el viento fuese una dulce sinfonía, que traía consigo el susurro de su nombre. Él se tapaba los oídos, no quería oírlo, no quería volver a la realidad.
Porque a la vez que el viento traía su nombre, también estaba acompañado de fríos y oscuros recuerdos de su pasado, de sus temores, de sus dudas... y sobre todo de ella. Aquella chica, que se creía mujer; y, que le había quitado el sueño, más de una vez, como, en ese mismo momento, le ocurría.
-Albert...- susurraba el viento.
-¡No!- gritaba él.

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