Aquella tarde, Rebecca sabía que iba a realizar un esfuerzo increíble. Miró, por última vez, hacía el escenario vacio y apagó las luces. La puerta se cerró tras de sí; y con ella, cualquier oportunidad de echarse para atrás. Miró a George que se encontraba a su lado, él lo sabía. Él sabía que iba a decirle a esa persona, a la que temía pero a la vez admiraba. Ella alzó la vista y sonrió, con pesadumbre, mientrás él la abrazaba.
Al verse cerca de su destino, empezó a temblar. La puerta estaba abierta, y de ahí salían las risas de dos chicos, los acordes de una guitarra, y los pasos de quienes se encontraban dentro. Empujó suavemente la puerta, dejando que sus oídos se deleitarán con la suave, y bastante conocida, música que habitaba en la habitación.
-¡Becca!- se oía gritar alegremente desde dentro.
Ella fue corriendo hasta Nathan. Él era un chico, rubio, alto y bastante guapo; con algún que otro tatuaje, y más de dos o tres piercings. Era el reflejo, de lo que un día sería: una estrella del rock. Ellos compartían un vínculo bastante fuerte. Se pasaban horas hablando, se reían de las mismas bromas, y tenía el mismo sentido del humor. Eran como dos niños de cinco años; apenas se notaban los tres años de diferencia que habían entre ellos.
Cuando se separaron ella le vió. Al chico que le tenía hechizada: Gabe. A él se le dibujó una sonrisa en la cara al verla a Becca. Él estaba de pie, con su guitarra lila eléctrico. Su sonrisa demasiado bonita y perfecta, como para borrarse alguna vez. Y su cabello azabache, en el cual se podían ver algunos mechones más largos que otros bailando suavemente.
-¿Me vas a abrazar o qué?- dijo ella sonriendo.
-¡Claro!- dijo acercándose él a ella.
-¡Eh, tienes que dejar la guitarra! ¡Que parece que la quierás más a ella que a mí!-
Gabe miró la guitarra y después a ella; repitió lo mismo un par de veces. Hasta que al final se la dejo a Nate, y la abrazó. Ella olía a vainilla, y él a una mezcla entre canela y algo más, que a ella se le hacía tan imposible de definir. Al separarse, Gabe cogió su guitarra y se la colocó a Becca.
-¡Es más grande que tú!- dijo George, desde dónde se encontraba la batería, al ver que la guitarra le llegaba más abajo que las rodillas.
-Es que es tan bajita y monosa- dijo Nate.
-¡Hey!- replicó Becca.
Y los cuatro empezarón a reírse.
Continuará...
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