-El otro día conocí a un hombre. Era alto, y de unos intensos ojos color miel. Su nombre lo susurraban hasta las piedras. Y el aire traia su olor, una y otra vez. Por su nunca asomaba un hilo de tinta, de un tatuaje escondido. Y su sonrisa... hasta el sol la envidiaba.-
-Estás loca, Becca- dijo Calé, riéndose suavemente.
-Lo dijo el hombre que se enamoró de una chica en unas horas.-
-Si, lo he hecho... pero no la describo como lo haces tu.-
-Porque tu puedes hablar con ella cuanto te plazca, yo... en cambio, no tengo ninguna manera de contactar con él- suspiró ella, expulsando el poco aire que le quedaban en sus pulmones.
-Pues.. te toca esperar, Becca.-
-Siempre lo he hecho, y siempre lo haré.-
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