sábado, 26 de marzo de 2011

1. Becca, la de los ojos negros (proyecto de una historia)

Aquella tarde, Rebecca sabía que iba a realizar un esfuerzo increíble. Miró, por última vez, hacía el escenario vacio y apagó las luces. La puerta se cerró tras de sí; y con ella, cualquier oportunidad de echarse para atrás. Miró a George que se encontraba a su lado, él lo sabía. Él sabía que iba a decirle a esa persona, a la que temía pero a la vez admiraba. Ella alzó la vista y sonrió, con pesadumbre, mientrás él la abrazaba.

Al verse cerca de su destino, empezó a temblar. La puerta estaba abierta, y de ahí salían las risas de dos chicos, los acordes de una guitarra, y los pasos de quienes se encontraban dentro. Empujó suavemente la puerta, dejando que sus oídos se deleitarán con la suave, y bastante conocida, música que habitaba en la habitación.

-¡Becca!- se oía gritar alegremente desde dentro.

Ella fue corriendo hasta Nathan. Él era un chico, rubio, alto y bastante guapo; con algún que otro tatuaje, y más de dos o tres piercings. Era el reflejo, de lo que un día sería: una estrella del rock. Ellos compartían un vínculo bastante fuerte. Se pasaban horas hablando, se reían de las mismas bromas, y tenía el mismo sentido del humor. Eran como dos niños de cinco años; apenas se notaban los tres años de diferencia que habían entre ellos.

Cuando se separaron ella le vió. Al chico que le tenía hechizada: Gabe. A él se le dibujó una sonrisa en la cara al verla a Becca. Él estaba de pie, con su guitarra lila eléctrico. Su sonrisa demasiado bonita y perfecta, como para borrarse alguna vez. Y su cabello azabache, en el cual se podían ver algunos mechones más largos que otros bailando suavemente.

-¿Me vas a abrazar o qué?- dijo ella sonriendo.

-¡Claro!- dijo acercándose él a ella.

-¡Eh, tienes que dejar la guitarra! ¡Que parece que la quierás más a ella que a mí!-

Gabe miró la guitarra y después a ella; repitió lo mismo un par de veces. Hasta que al final se la dejo a Nate, y la abrazó. Ella olía a vainilla, y él a una mezcla entre canela y algo más, que a ella se le hacía tan imposible de definir. Al separarse, Gabe cogió su guitarra y se la colocó a Becca.

-¡Es más grande que tú!- dijo George, desde dónde se encontraba la batería, al ver que la guitarra le llegaba más abajo que las rodillas.

-Es que es tan bajita y monosa- dijo Nate.

-¡Hey!- replicó Becca.

Y los cuatro empezarón a reírse.


Continuará...

lunes, 21 de marzo de 2011

-¿Qué te pasa, R?- dijo Calé, confuso y mirando esa expresión triste que reinaba en su cara. Había algo entre ellos que nos les permitía ocultarse cosas. Era como un pacto, más fuerte que ningun otro vínculo. Él se sentía en la obligación de cuidarla, incluso en los peores momentos de sus vidas

-Que cuando quiero a alguien, esa persona a mí no; y cuando alguien me quiere, no sé si le quiero.- contenstó Rebecca apagada, y ocultando sus ojos tras su melena rojiza. Aunque por mucho que ella quisiera sabía que aquel chico, que era como su hermano, podía conocerlo todo mirándole a los ojos.

-Debes de ser gafe- resopndió, su gemelo de distintos padres.

-Eso pienso yo también, Calé... eso pienso.-

sábado, 19 de marzo de 2011

Ramona.

Ramona. Era una chica extravagante y muy risueña. Siempre le habían gustado las cosas extrañas y un poco alocadas. Le encantaba llevar el pelo de rojo, aunque fuera rubia. Adoraba las noches estrelladas, y estar bajo ellas. Era demasiado simple, tanto... que a veces la tomaban por una de las personas más complicadas que jamás habían conocido. Pero ella sabía, que la gente se equivocaba; como ella lo hacía.

Por algún extraño motivo, no soportaba las relaciones sanas. Todas las que tenía, acababn mal.. y siempre por su culpa. Y eso, la hería en los más hondo de su ser. Ella no quería herir a nadie, ¿por qué lo iba a querer? Además, ¿por qué la gente no la entendía? ¿Por qué no comprendía, que fuese tan difícil olvidar a su primer auténtico amor? Ella sabía y era consciente de todo el daño que le había inflingido, pero no era su culpa. No podía evitar pensar en él, por mucho que estuviera con otros hombres. Y eso le hacía sentir vulnerable y dolida. Le hacía sentirse como una niña pequeña egoísta y sin corazón. Y sentía haberle hecho tanto daño, a él; a ese chico que se había fijado en ella, que intentaba que siempre sonrierá... lo sentía, pero ella no quería haberle herido de esa forma. Auqnue no lo pudiese evitar.

¡Ramona, oh, Ramona! ¿Por qué te cuesta tanto olvidar?

jueves, 17 de marzo de 2011

Dave.

Dave era un chico poco corriente. Tenía el pelo lila, y los ojos verdes. Una sonrisa que iluminaba a todo el que estuviera cerca; y daba igual, si llovía o hacía frío, si nevaba o quemaba el sol.. porque siempre que lo necesitarás estaba ahí, con su amplia y clara sonrisa.


Más... proximamente.

domingo, 13 de marzo de 2011

El viento y sus recuerdos.

La noche caía oscura y traquila bajo aquellas bulliciosas calles. La gente andaba rápido sin fijarse en las maravillas que le rodeaban. Solo pensaban en cosas sin importancias, en todas aquellas cosas que tenían que hacer antes de irse a dormir.
Pero había alguien que destacaba entre todo aquel gentio. Un muchacho tumbado delante de una ventana, con una botella de vodhka en la mano y un cigarrillo medio consumido en la otra. Él miraba al vacío, intentando dislumbrar la luna entre todas aquellas luces artificiales. No quería pensar, en verdad, no debía. Su única preocupación era entrar en el mundo de los sueños, para abandonar todos esos horribles pensamientos que no le dejaban vivir.
Poco a poco se incorporó, y ando hasta llegar a la ventana; donde dejo caer sus brazos, tranquilamente, en la barrandilla. Miró la botella que tenía en la mano, y con fuerza la lanzó dentro de la habitación chocando estrepitosamente contra un espejo. Las lágrimas brotaban de sus ojos y se resbalaban por sus mejillas, con la misma velocidad que el líquido blanco de la botella caía por las paredes.
Se dejo caer, hasta que su espalda toco los frio barrotes de hierro. Mientras la suave brisa otoñal mecía suavemente sus cabellos, dejando que bailasen libres; como si el viento fuese una dulce sinfonía, que traía consigo el susurro de su nombre. Él se tapaba los oídos, no quería oírlo, no quería volver a la realidad.
Porque a la vez que el viento traía su nombre, también estaba acompañado de fríos y oscuros recuerdos de su pasado, de sus temores, de sus dudas... y sobre todo de ella. Aquella chica, que se creía mujer; y, que le había quitado el sueño, más de una vez, como, en ese mismo momento, le ocurría.
-Albert...- susurraba el viento.
-¡No!- gritaba él.