domingo, 31 de enero de 2010

Adam y... ¿Eva?

Adam, dejó de escribir por un momento en su bloc de notas, y miró a su alrededor. A aquel, verde y claro parque que le rodeaba, y le hacia sentir como en una de sus novelas; en las cuales los guerreros perseguían a su enamoradas a lo largo del bosque, y al encontrarlas siempre caían juntos al suelo.


Comenzó a morder la capucha del bolígrafo, y una oleada de ideas aparecieron en su mente. Pero, él, no quería escribir sobre nada que se le había pasado por la cabeza, por lo que cerró su bloc, y se levantó.




Al otro lado de la ciudad, Eva miraba impaciente el ordenador, esperando a que el ruido incesante y chillón del messenger sonará, y que adquiriera ese color naranja, que tanto le incordiaba y molestaba. Pero, por alguna razón, ya sabía que eso sería imposible; que aunque sonará, no sería de la persona que ella esperaba.


Entonces, a sus espaldas el móvil comenzó a brillar, y el sonido de la canción de “Pain It Black” de los Rolling Stones, inundó la habitación. Tardó varios segundos, en decidir si contestar o no al teléfono, hasta que dio a rechazar la llamada.




Adam suspiró. Se lo había imaginado, pero no de aquella manera tan brusca. Por un momento, le pareció, incluso haber sentido la respiración de Eva al otro lado del teléfono. Sintió como si su indecisión, no habían sabido si contestar o rechazar la llamada, como si todo hubiese sido la decisión más importante en su vida, aunque no fuese así.


Recogió sus cosas, y puso rumbo al primer bar, que se encontrará. Necesitaba ahogar sus penas, de cualquier manera.




El messenger dejó de sonar definitivamente, y el móvil se apagó. Ella se metió en la ducha, y lloró.


Había cambiado sin querer por él. Ya no era tal y como se recordaba, pero, por un momento, dejó que todo eso se fuera, con el reconfortante agua caliente.

sábado, 23 de enero de 2010

¿Él o ella?

Y las cartas de amor escritas, pero nunca enviadas, descansaban en un lado de aquel desorden ordenado. En ellas mil palabras escritas de diferentes maneras, y con diferentes palabras; pero siempre con el mismo mensaje que descifrar.

Ella, se pintaba las uñas, mientras las leía una a una. Pensando en lo estúpida que era por no ser capaz de decir nada de lo que había escrito, por pensar que todo estaba acabado, que él, no podría pertenecer a su mundo.

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Él estaba sentado en un banco del parque, viendo a la gente pasar. Viendo como los egoístas humanos, solo se preocupaban de ellos mismos, y se acordó de alguien. Ese alguien que le había hecho cambiar de opinión. Una chica que no le importaba lo que le pasará. Aquella que dijo, que prefería morir ella, antes que matar a veinte personas más. Esa humana, que no era como los demás.

Pero, ¿en verdad era ella así?

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Sonaron los incesantes puñetazos, que la puerta estaba recibiendo. Ella se alarmó, y bajo. Estaba demasiado preocupada, por importarle como iba. Entonces, al abrir la puerta, se lo encontró a él. Ella le miró extrañada, pero él la abrazó.

Ella se quedo quieta, y él se apartó. Entonces se dio cuenta, pertenecian a mundos demasiados diferentes. Negó con la cabeza, y cerró la puerta, con él al otro lado. Eso sería lo mejor.

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Él, se pusó a mirar al cielo, cuando la puerta se cerró. Quería ser humano, una vez más. Quería sentirla en su abrazo, siempre.

martes, 19 de enero de 2010

Ese era mi nombre.

Aún recuerdo la primera vez que mis padres me contaron como llegué al mundo. Era un lunes cualquiera, un día soleado y frío. Mientras mi padre se fue a trabajar a las seis de la mañana, como siempre hizo y sigue haciendo cuando su cuerpo se lo permite. Mi madre se quedó en casa, porque se encontraba mal; quién le iría a decir, que después de un rato, iba a romper aguas.

Sé que no fue mi padre quien la llevo al hospital.

No porque el no quisiera, si no, porque mi madre dijo que aún no era el momento. Que yo sabría cuando iba a ser; y así fue.

A las tres de la tarde, nací yo.

El primero en estar allí, fue el padre de mi padre: mi abuelo. Él, siempre ha sido una persona arisca y borde, a la cual, le costaba mucho mostrar sus sentimientos. Aunque en vez de ser discreto, a él le gustaba decir las cosas a la cara, y que si se podía dejar más claro aún, él lo hacía así.

Recuerdo una vez, una semana antes de que el nos dejará. Yo no había ido antes, ya que aún era muy pequeña para ver ese tipo de cosas. Aún tengo la escena grabada en mi cabeza, como si hubiera pasado esta mañana. Él no pronunciaba palabra, había perdido el habla. Fuera de aquella habitación estaba yo, mi hermano entró primero. Yo tenía miedo. Nada más verle, mi abuelo lo llamó por su nombre, y nadie se alarmó, él siempre había sido uno de sus favoritos.

Aún veo a mi hermano salir de la habitación cada vez que paso por ahí delante. Él me toco el hombro, y me dijo que no temiera nada, pero no era tan fácil como parecía. Todos me miraban con ciertas indiferencia, yo tan solo tenía nueve años, mientras que mi hermano tenia quince.

Mi abuelo me miró, noté algo que nunca antes había notado en sus ojos verdes. Esos ojos verdes, con un toque marrón, que según la luz, se veían de una manera u otra; esos ojos que siempre me habían dado miedo, pero que eran hermosos. Muchas veces me arrepiento por no haberlos heredado.

En ese momento, el intentó como levantarse. Le vi tumbado en la cama, vulnerable y débil como nunca antes lo había hecho, y sincero, más que nunca. Era claro, transparente, y simplemente, cristalino. Al ver que no podía levantarse me dio la mano, y sonrió. Aún me entran ganas de llorar cada vez que esa escena vuelve a pasar por mi mente. Dijo mi nombre, aquel nombre que nunca había estado en la familia. Aquel hombre que siempre me había dado miedo, ahora estaba admitiendo que yo era quien era. Por primera vez en la vida, y creo que por última, me sentí verdaderamente yo. Nadie en la sala se lo creía, no daba crédito a sus palabras, pero mi madre se acercó y me abrazo; dándole razón. Si, ese era mi nombre...

Una semana después, murió. Aún se me ponen lágrimas en los ojos cuando veo sus fotos conmigo, en las cuales él se ve tan pequeño. Viéndome en el hospital, con tan solo minutos de vida. Conmigo en brazos, a los tres años. En su casa con siete años. Pero me siento impotente, vulnerable, como él se había sentido ese día, por no haberme dado cuenta de todo lo que teníamos en común, por no haber aprovechado mis nueve años junto a él. Ojalá pudiese volver a atrás para decirle, todo lo que estoy escribiendo ahora, para decirle que no le defraudaré, que lo intento con todas mi ganas. Y que seré alguien en la vida, tal y como él me ha enseñado a ser.

Él, era y es mi abuelo, y le echo de menos.

sábado, 16 de enero de 2010

Besos, abrazos, caricias, palabras...

Y Eva, por un momento, dejó que su mente vagara. Recordo todo lo pasado con Adam, aquellos momentos especiales; todo lo bueno que habían vivido juntos. Besos, abrazos, caricias, palabras... todas esas cosas; pero por un momento, paro.

No, no quería estar con él, no podía. Le daba igual que la amase, que fuera feliz a su lado, que la hiciera sentir especial, única, inigualable. Porque ella, ella no podría seguir fingiendo por todas esas cosas que habían vivido juntos, por más que le doliese.

Ella, debía seguir su camino, tenía que ir hacía delante, y no mirar para atrás. Porque, no podía estancarse en aquel párrafo de su larga historia. Tenía que comenzar una nueva línea en su folio en blanco, debía terminar su libro.

Porque Eva no podía estar más con Adam, ya que no le amaba.

lunes, 11 de enero de 2010

Arma en mano.

Y hubo un momento, en el que me miré, con un arma en la mano, sin saber muy bien que hacer; porque, en cierto modo, se que tú tampoco sabías que iba ha hacer yo. Fue un momento estúpido; no quise disparar, me lo pensé y fue peor. No por ti, tampoco por mi, si no por el hecho de llevarla en la mano.

Por pensar que todo se podía acabar de esa estúpida manera. Que mis problemas se irían, que si te eliminaba a ti, no habría mas dudas, mas problemas que me acosaran en las oscuras y agobiantes noches.

Tu mirada no me perseguiría, tus ojos no me mirarían, tus palabras no me volverían a herir nunca. Pero, me sentiría como si perdiese, como si este juego no lo acabase del modo que debería acabar.

Así, que te la tiendo, ahora la decisión esta en tus manos, como siempre. Yo aceptaré cualquiera de las dos: borrarme de tu vida para siempre, o quedarme en ella de una forma silenciosa.

Ninguno ganará.

sábado, 9 de enero de 2010

Castillo de cristal.

Tu silencio me duele más que tus palabras, porque es como la nada envolviendome; como si todo fuera un castillo de cristal, y tu silencio fuera la piedra que lo rompiera todo, y yo inútil, lo reconstruyo, haciendo que mis manos sangren y se corten con los trozos inservibles de aquel edificio roto.

Y cuando pienso abandonar, vienes con tus palabras de cariño, esas que como si fueran medicina, que creo que me curan las heridas. Que me hacen seguir adelante, que me hacen ser humana.

Pero de lo que verdad no me doy cuenta, es que tu juego me debilita, hace que me quite la máscara de la frialdad, el escudo de hielo.... y que quede transparente a tus miradas, sincera a tus preguntas, y yo... y simplemente yo ante ti.

viernes, 8 de enero de 2010

Comienzos.

Él, con sus grandes ojos verdes, quería ver el mundo. Quería viajar por Estambul, Praga, Venecia, Atenas, Etiopia... por todos esos lugares llenos de historias disparatadas, y ambientes desconocidos. Quería saber todo aquello que nunca supo. Quería saber que había en la India, en Egipto... en todos esos lugares por los que viajo Alejandro Magno; aquellos lugares que llevaron al Gran Emperador, a la tumba.

Quería vivir aquellas historias que le habían contado. Todas esas experiencias que siempre se le habían negado; todo aquello que le haría ser diferente a como era. A lo mejor ya no le gustaría la ropa que le habían comprado. La música que le había parecido oír. Las risas que creía haber escuchado. Los sentimientos que pensaba que había visto. En definitiva, todas esas cosas conocidas, pero a la vez tan diferentes y extrañas.

Cogió aire, y antes de mirar hacía delante, hacía todo lo que le esperaba aquella nueva vida; oyó los llantos desesperados de una mujer. Escucho los animos desesperados de un hombre. Notó dos manos que le agarraban con firmeza para sacarlo de allí. Vio todo aquello que estaba abandonando.

Estaba abandonando aquello conocido durante nueve meses, para ver como dos manos frías, y crueles le sacaban de allí. No parecían cálidas, como debían de ser. No eran seguras, como creía haber sentido.

Su vida se iba por ese vacio inesperado, por ese lugar tan poco agradable. Pero entonces, antes de que la muerte le pudiera alcanzar. Vio la luz esperanzadora de una familia, la suya. Vio como su padre tenía los mismos ojos que él; pero los de él, estaban llenos de amor hacía esa mujer. Esa mujer que hacía todo lo posible por tenerlo: su madre.

Se dejo llevar, dejo que esas manos se convirtieran en unas cálidas. Lloró y gritó, hasta que sus padres le tuvieron en brazos. Por fin esas manos cálidas y seguras, esas manos que le guiarían por la vida. Eso, si que era una familia: su familia.